martes, 13 de marzo de 2018

Cuanto más pequeño el local, mejor música, más intensidad y mejor conexión...


Lo sabía, y tenía ganas de confirmarlo con la práctica. Los locales grandes, las salas que programan quizás caóticamente,  porque así viene la cosa, al final no te permiten conectar el mágico triángulo que se establece cuando la música del intérprete quiere llegar al público. ¿Por qué? tal vez porque en los bares hay mucho ruido, el equipo nunca suena como uno quisiera y, al final, no se llega a crear la atmósfera necesaria para que el espíritu de las canciones se despierte y abra el corazón y la cabeza de los oyentes. En la Conce, un lugar mínimo pero acogedor, a priori era difícil hasta colocarse pie de micro y guitarra en mano. Pues no, Jesús dixit: en este rinconcito entre la barra y la primera mesa se puede acometer la travesía. Y así fue, hecha la introducción, con Chelsea Hotel nº 2, comentando la historia bien documentada de la canción de Leonard Cohen, todo fue un tocar puertos distintos de mundos muy distantes, como Bon Iver o Magnetic Fields; Violeta Parra o Angus & Julia Stone; David Bowie en versión de Seu Jorge y hasta Nine Inch Nails ( a la Johnny Cash) para finalizar con una ranchera esplendorosa, "el último trago", por Chavela. Rematé con ¿podrás amarme?, la única canción mía que toqué. Fue una noche muy agradable de amigos, de canciones y que me valió para reivindicar que los lugares pequeños pueden hacer que la música sea la protagonista. Gracias a Jesús de "La Conce" por su complicidad. Que se repita.